El Camino Inglés debe su nombre a la nacionalidad de los comerciantes que llegaban por mar a los puertos de Galicia para vender sus mercancías, concretamente a Ferrol y A Coruña, aunque también a las costas de Ribadeo y Viveiro. En su mayoría ingleses, irlandeses, escoceses y flamencos, aunque también de los países escandinavos, estos mercaderes venían hacinados entre mercancías y aprovechaban los puertos gallegos para venderlas, por lo que Santiago no era, en un principio, su objetivo. El comienzo de las peregrinaciones religiosas como tal se sitúa en el siglo XII, cuando templarios y cruzados ingleses, alemanes y flamencos que se dirigían a Tierra Santa, aprovecharon su escala en los puertos coruñeses para peregrinar a Compostela con la intención de pedir al Apóstol protección en su viaje. Una costumbre que empezó a ser habitual entre los caballeros de toda Europa, por lo que las huellas históricas de estas peregrinaciones se sitúan en esta época. Así, ha quedado constancia de los viajes del rey noruego Sirgud Jorsalafar en 1108, de San Reginaldo III en 1151 o del monje islandés Nicolás Bergsson que, en el año 1154, realizó el camino a pie desde Islandia a Roma, pasando por Santiago en una travesía que duró cinco años.
Ya mediados del siglo XIV, aprovechando las corrientes comerciales, la peregrinación comenzó a extenderse todavía más entre los navegantes de las Islas Británicas, que, desde los puertos coruñeses y lucenses, realizaban la ruta a caballo o a pie hasta Santiago para rendirle culto al Apóstol. Este viaje, aunque no exento de peligros, reducía enormemente la ruta a Santiago, ya que por mar se solían emplear entre diez días y tres semanas, mientras que a pie desde Francia el tiempo se extendía a cuatro o cinco meses y los peregrinos tenían que enfrentarse a continuos asaltos de ladrones y bandoleros. En cualquier caso, los romeros que elegían el Camino Inglés, eran recibidos en monasterios y hospitales tutelados por la Orden Hospitalaria del Sancti Spiritus o la Orden Franciscana.
Con el enorme aumento de las peregrinaciones, los armadores se vieron obligados a solicitar permisos de la Corona para sus viajes, los cuales les autorizaban a embarcar una cantidad determinada de romeros en sus barcos. De estos permisos destaca el concedido en el conocido como ‘Año de la Perdonanza’, en 1434, en el que se permitió el embarque de más de 2000 peregrinos, por lo que el precio de los derechos de anclaje en el puerto de A Coruña subió ostensiblemente.
De estas peregrinaciones británicas ha quedado constancia a través de las piezas de cerámica inglesa de los siglos XIV y XV que se encontraron en las excavaciones de la Catedral, así como de las ofrendas al Apóstol que aún se conservan, como el retablo portátil de alabastro que contiene cinco escenas de la vida de Santiago y que fue donado a la catedral por el religioso John Goodvear en 1456.
A pesar de la historia que rodea a este Camino, actualmente el itinerario poco tiene que ver con lo que fue, ya que es principalmente terrestre y, aunque se puede realizar desde A Coruña (también conocido como ‘Camiño do Faro’) o desde Ferrol, lo cierto es que sólo saliendo del puerto ferrolano se puede obtener la Compostelana, ya que los poco más de 70 km del puerto hercúleo no son suficientes. De todas formas, el Camino Inglés contempla los dos itinerarios que, de gran belleza y con enorme patrimonio histórico, confluyen en la aldea de Bruma desde donde continúan juntos hasta Compostela.
Con un fuerte carácter costero, ambas rutas discurren entre verdes paisajes, zonas rurales y aldeas de interior, enfrentándose el peregrino a tres etapas desde A Coruña y a cinco desde Ferrol, en un camino muy poco masificado.
CURIOSIDAD: Aunque este Camino es, hoy en día, terrestre, una original alternativa para realizarlo es mediante la fórmula conocida como ‘Navega el Camino’, donde los peregrinos recorren las primeras etapas en barcos de vela, para atracar en el puerto de A Coruña y recorrer el último tramo a pie hasta Santiago. Para recibir la Compostelana es necesario completar 100 millas a través del mar y una última parte caminando, normalmente desde el monte do Gozo hasta la ciudad del Apóstol.